Impacto sector financiero

Asunción de criterios sociales y medioambientales en el sector financiero

Artículo de Mercedes Torras. Colaboradora del Observatorio de RSC

A lo largo de los últimos años el sector financiero se ha adherido a guías y estándares internacionales reflejando su compromiso con la inclusión de la responsabilidad social en la gestión de sus entidades. Sin embargo, gran parte de estas iniciativas se han tomado como referencia para medir el impacto directo que la actividad de las entidades financieras tiene en la sociedad y el medioambiente, dejando de lado la trascendental influencia de su actividad intermediadora. Es incuestionable que el sector financiero desempeña un papel activo como dinamizador económico al tener la capacidad de decidir a quién concede crédito, qué actividades financia y dónde deposita el dinero de los ahorradores. Es a través de esta actividad de intermediación donde se producen los mayores impactos en el desarrollo y crecimiento económico y social. Sin embargo, la medición de estos impactos indirectos queda fuera de la mayoría de los indicadores propuestos por las iniciativas internacionales.

Si revisamos las principales acciones que han llevado a cabo estas entidades en lo social vemos que no han estado directamente asociadas a su actividad financiera. Las actuaciones se han centrado en el fomento de la educación, sostenibilidad ambiental, inclusión laboral o microfinanzas; y se han realizado a través de contribuciones filantrópicas, obra social, colaboración con instituciones del tercer sector o a través de las fundaciones de las mismas entidades. En cuanto a lo medioambiental, la creciente demanda de responsabilidad por los impactos de los proyectos que financia ha hecho que algunas entidades se adhieran a iniciativas como los Principios de Ecuador o el Pacto Mundial, dirigidas principalmente a grandes proyectos de inversión en países en vías de desarrollo.

Pese a que entidades como BBVA, Banco Santander o Caixabank afirman haber empezado a implantar herramientas para la evaluación medioambiental en la financiación de proyectos de la banca comercial, no hay suficiente información sobre los procedimientos reales a la hora de gestionar los riesgos sociales y medioambientales en sus proyectos de financiación. Además los datos proporcionados por las entidades del sector en sus memorias de sostenibilidad reflejan que su significancia dentro del volumen total del negocio bancario es todavía escaso, tal y como se comenta en el Informe del Observatorio de la RSC.

Entonces, lo que deben plantearse las entidades del sector financiero es el grado de profundidad con el que involucrarse con los criterios sociales y medioambientales en sus políticas de inversión y financiación. Si su objetivo es implicarse y dar respuesta a las necesidades de la sociedad de forma efectiva y permanente, las entidades deben cuestionarse de qué modo pueden mejorar el contexto en el que operan generando valor real. Esto supone que deben ser conscientes y aceptar el impacto que genera su actividad intermediadora, establecer sistemas y herramientas que integren criterios sociales y medioambientales, e incorporar en la definición de rentabilidad el valor añadido en lo social y medioambiental.

La crisis actual debería servir para que los bancos reconsideren el modo en el que están aplicando la responsabilidad social en su modelo de negocio. Atrás debe quedar la innovación financiera que permitía transferir riesgos concedidos de forma imprudente o las decisiones de crédito erróneas suponiendo una coyuntura económica de expansión permanente. Las entidades deberían desarrollar competencias relacionales con diferentes agentes económicos y sociales que les ayuden a incorporar criterios de rentabilidad global (económicos, sociales y medioambientales) a largo plazo en los modelos tradicionales de análisis del crédito e inversión. De este modo, las entidades financieras mejorarían la calidad de su cartera, así como la gestión de los riesgos sociales y ambientales. Pero quizás el aspecto más relevante es el poder desarrollar modelos de negocio incardinados dentro del plan estratégico de la entidad a la vez que cercanos a las necesidades de la comunidad en la que opera generando beneficios reales, integrales y sostenibles a largo plazo. A su vez, les permitiría recuperar no solo la confianza de los clientes sino también la reputación perdida. La competencia entre entidades tan homogéneas forzará a tener que innovar en su gestión y aquellas que incorporen las preocupaciones sociales en su modelo de negocio serán más atractivas para sus clientes.

Tampoco se debe olvidar el importante papel que pueden jugar como catalizadoras para conseguir la implantación de políticas de RSC entre sus clientes, especialmente empresas. Apoyar económicamente la creación de empresas socialmente responsables o la mejora de la competitividad de las ya existentes mediante fomento de iniciativas tales como la innovación social o el uso de tecnologías para reducir costes energéticos, garantiza el futuro sostenible de un territorio.

Los bancos éticos operan con modelos de negocio basados en ofrecer productos y servicios con beneficios sociales, ambientales y financieros para apoyar la economía real a largo plazo. Según un estudio realizado por GAVB (Alianza Global por una Banca con Valores) estas entidades han aumentado su actividad y volumen de clientes durante la actual crisis financiera, principalmente incrementado sus préstamos a las pequeñas empresas en crecimiento. Sus resultados reflejan un mejor y más estable rendimiento de los activos así como de su solvencia. Además de destacar en “su papel como administradoras de capitalismo equitativo y ecológicamente racional”. Por lo tanto, su modelo de negocio debe ser tenido en cuenta en el debate sobre cómo reestructurar las políticas de inversión y de financiación del sector financiero.

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