Artículo de Mercedes Torras. Colaboradora del Observatorio de RSC
Las inversiones de impacto son las inversiones realizadas en empresas, organizaciones y fondos con la intención explícita de generar impacto social y ambiental medible junto con un retorno financiero para el inversor, que puede ir desde la simple devolución del capital a una rentabilidad similar a la media del mercado. Los principales instrumentos a través de los que se opera para realizar inversiones de “impacto” son las microfinanzas, las plataformas de crowdfunding y crowdlending, los bonos (solidarios, sociales y verdes), la deuda y/o capital privado, el capital riesgo y los fondos (semilla, rotatorios, garantía recíproca). Este tipo de inversiones puede representar una forma atractiva para empresas y organizaciones para trabajar hacia el logro de sus metas de responsabilidad social y desarrollo sostenible, como medio de captación de recursos. La inversión se dirige a empresas, generalmente nuevas o innovadoras, que mejoran el ambiente social produciendo bienes y servicios de primera necesidad, a la vez que generan ingresos y crean empleos.
Estamos frente al surgimiento de una nueva industria que se sitúa entre la filantropía y la obtención de un beneficio compuesto (social y económico), dando lugar a nuevas formas jurídicas y organizacionales de gestión de recursos. El mercado de financiación alternativa en línea pasó de los 19 millones de 2013 a 62 millones en 2014, un cifra que triplica el mercado y pone en evidencia el imparable avance de la financiación desintermediada.
Por lo que respecta al sector financiero, las inversiones de impacto tienen cabida como una estrategia coherente de RSC perfectamente alineada con su estrategia de negocio debido a diversas circunstancias. De entre ellas es de destacar:
En primer lugar, entre las prácticas que mejor se aproximan al concepto de RSC se encuentran las finanzas sociales (generar políticas que involucren a la entidad con la comunidad en la que actúan) y la gestión financiera medioambiental y sostenible (productos destinados exclusivamente a clientes que tienen en cuenta el impacto social y medioambiental). Esto es, ofrecer productos y servicios innovadores y flexibles, que aplican criterios éticos y de sostenibilidad para crear un beneficio social añadido, devolviendo a la sociedad parte del beneficio que le proporciona.
En segundo lugar, su incorporación da respuesta a la creciente demanda de los propietarios de activos de opciones de inversión beneficiosas a nivel social y ambiental. Algunos gestores de activos ya han puesto en marcha diferentes iniciativas. Entre ellas destacamos, Vivergi Social Impact Fund, un fondo de 50 millones de euros que invierte en empresas que combinan el crecimiento económico con la solución de problemas sociales. Gestionado por Ambar Capital, y apoyado por el ICO, Vivergi es el primer fondo de impacto social en España registrado ante la CNMV (mayor fondo de inversión social de Europa continental). También Meridia Capital ha lanzado un fondo de inversión especializado en impacto social, “Meridia Impacta”, con un capital de 5 millones de euros, que invierte en proyectos de emprendedores y empresas con impacto social que generen puestos de trabajo o ayuden a colectivos en riesgo de exclusión.
En tercer lugar, sigue el camino iniciado por el Instituto de Crédito Oficial. El subdirector de Financiación y Tesorería del ICO, Antonio Cordero comentó, el pasado mes de abril, en una jornada organizada en Madrid por la UNED, que ya en 2013 se percibió la necesidad de comercializar bonos con impacto social atendiendo a la tendencia en los mercados internacionales. Una vez normalizados los mercados en 2014, era necesario centrar los esfuerzos en reestructurar inversiones que permitieran diversificar el riesgo y los bonos sociales ofrecen esta oportunidad. Estos bonos contienen deuda emitida por variedad de instituciones, con el mismo perfil de riesgo que los bonos clásicos, ofrecen una rentabilidad financiera de mercado más una rentabilidad social y están alineados con la misión de la entidad. La demanda recibida ascendió a 2.000 millones de euros, el doble de lo emitido (1.000 millones de euros de bonos sociales). Se podría afirmar que ICO ha tomado una actitud proactiva en cuanto a la ISR encontrando nuevos canales de financiación para apoyar proyectos que priorizan finalidades sociales, que buscan maximizar el beneficio social.
En cuarto lugar, si hasta ahora las inversiones de impacto se consideraban la hermana pequeña de la ISR, la importante relevancia que están adquiriendo hace que se perfilen como una buena opción para reestructurar las inversiones y diversificar el riesgo. Estas inversiones ofrecen la oportunidad a las entidades financieras tradicionales de innovar y ocupar un puesto relevante dentro de un sector que crece a una gran velocidad.
Finalmente, apostar por estas inversiones puede representar un instrumento de reacción. Reacción frente al surgimiento de numerosas plataformas alternativas de inversiones con impacto que está protagonizando un proceso de sustitución de la banca debido a diversas circunstancias. Por un lado, las restricciones de crédito y el poder creciente de los bancos provocan el surgimiento de formas innovadoras de intermediación e inversión con el objetivo común de canalizar fondos a las empresas de la economía productiva local. Por otro lado, el sector financiero tradicional es percibido como enormemente pesado y poco eficaz para obtener una financiación “cara”; estas vías alternativas reducen la dependencia bancaria y permiten acceder a una financiación que puede resultar más económica, flexible y cómoda. A ello hay que añadir, tal y como apunta Antonio Argandoña, Profesor del IESE, en un artículo publicado en El Periódico (19/03/2015), si los tipos de interés de la deuda pública sin riesgo se mantienen bajos o incluso negativos acabará afectando negativamente a los tipos de interés ofrecidos a los inversores, llevándolos a buscar un mayor rentabilidad comprando otros activos, seguramente bonos privados.
Si bien es cierto que existen todavía retos que superar como la estandarización de modelos y técnicas de medición y monitorización del impacto social generado; la falta de un histórico de datos de rendimiento o la incertidumbre de los inversores en cuanto a los riesgos involucrados. Algunas iniciativas surgidas recientemente están afrontando estos retos como HUGinsure (la primera aseguradora de impacto social del mundo) o IMPACT (metodología de calificación que se utiliza para integrar las consideraciones de impacto en las decisiones de inversión).
Por ello, Sir Ronald Cohen, responsable del grupo de trabajo sobre Inversiones de Impacto Social del G8, sostiene que las inversiones de impacto siguen manteniendo su atractivo para los inversores con rendimientos esperados del 8% anual o superiores.