Artículo publicado en Infolibre.
Las conclusiones del último estudio de la ONG holandesa SOMO, Tax games: the race to the bottom (El juego de los impuestos: la carrera hacia el fondo) son preocupantes, si no escandalosas. Desde hace más de 30 años, la tendencia es firme: mientras que los impuestos a las empresas en Europa no paran de disminuir, las tasas indirectas tipo de IVA, esto es, aquellas que se cargan de manera plana independientemente del tipo de ingreso, no dejan de crecer. No sólo la sostenibilidad económica de nuestro Estado del Bienestar se encuentra en peligro, sino que estamos creando un sistema regresivo e injusto que encona la sociedad y entorpece la sostenibilidad política.
Esto sucede al tiempo que los países se han comprometido con los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) y la mayoría de ellos sigue defendiendo en teoría el mantenimiento del Estado del Bienestar. Sin embargo, las declaraciones se contradicen con una política que deja al Estado cada vez más raquítico y otorga a las empresas todo el margen de maniobra para la teórica consecución de una prosperidad equilibrada y sostenible. Sin embargo, un reciente estudio de Deloitte indica, para el caso español, que sólo el 9% de las empresas del Ibex 35 han incorporado alguno de los ODS en su estrategia global, es decir, prácticamente no han cambiado en nada su tradicional estrategia encaminada a remunerar exclusivamente a sus accionistas por otra tendente a satisfacer a todos sus grupos de interés.
Hoy por hoy resulta ingenuo e irreal suponer que las empresas pueden liderar el objetivo global de conseguir un crecimiento equilibrado y sostenible, que garantice desde una educación de calidad hasta la igualdad de género pasando por el mantenimiento de los ecosistemas terrestres y marinos, como promueven los ODS. Hoy por hoy (¿alguna vez dejarán de serlo?) los poderes públicos siguen siendo absolutamente necesarios, aunque sus capacidades no paren de debilitarse. Las goteras de nuestros hospitales públicos como metáfora de la situación.
Uno por uno, los estados se han lanzado a una carrera de peligrosas consecuencias en la reducción del impuesto de sociedades. La tendencia es generalizada, como se puede observar en el siguiente gráfico.
¿Que razones hay detrás de todo ello?
Desgraciadamente, la bajada sistemática de tipos no es el único factor que conduce a la contribución decreciente de las empresas en términos fiscales. Además, hay que tener en cuenta:
Como resultado de estos tres procesos el tipo general del 25% en el impuesto de sociedades se reduce en la práctica extraordinariamente. SOMO no se atreve a hacer un cálculo, pero para el caso español el propio ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, reconoció que, frente a un tipo real del 22,5%, el tipo efectivo se situaría en el 7%, es decir, una reducción de más de 15 puntos. No existen muchos cálculos tan claros como este en Europa. El caso de Eslovenia, por ejemplo, el tipo real del 19% se quedaba en un tipo efectivo medio del 11,7% en 2016, es decir, una reducción de 5,3 puntos.
El único resultado evidente que está produciendo esta bajada generalizada de impuestos, deducciones, exenciones y sobre todo tax rulings no es el crecimiento de la inversión y la economía productiva, sino de la creciente concentración del mercadoy, por ende, la menor competencia empresarial. El proceso no debe verse solo como una tensión de suma cero entre empresas y particulares, sino también entre gran empresa y Pymes, pues estas últimas ni tienen frecuentemente los medios para llevar a cabo eficientes ingenierías fiscales ni por supuesto el tamaño suficiente como para presionar a los estados con beneficios a la carta. Y como resultado, según palabras de Joseph Stiglitz, “el crecimiento de la concentración del mercado explica la bajada de la productividad, la lentitud de la economía y el crecimiento de la desigualdad“.
Pero, ¿está perdiendo recursos el Estado netamente? No tanto como pudiera pensarse por la evolución descrita, porque al tiempo que se reducen los impuestos a las empresas se incrementan las tasas al consumo (IVA). El proceso también es constante, como puede verse en el gráfico:
Es de todos sabido que el IVA es un impuesto plano que carga por igual al consumidor, independientemente de su nivel de renta. Por tanto, la tendencia dominante en Europa es hacia una imposición cada vez más regresiva e injusta, que crea sociedades desiguales y crecientemente conflictivas.
En definitiva, estamos asistiendo a una evolución que tiende a que las empresas reduzcan su contribución fiscal a la sociedad, al tiempo que parte de estas reducciones de los ingresos del Estado se está compensando gracias a los impuestos indirectos al consumo. Mientras que se compromete el mantenimiento del Estado del Bienestar, es más que discutible que este esfuerzo se esté traduciendo en inversión y crecimiento de la economía, más bien las cifras indican lo contrario. Si a ello le sumamos que tampoco estamos asistiendo a un destacable viraje en las estrategias de las empresas hacia la consecución de los ODS, cabe preguntarse consecuentemente si la responsabilidad social de estas avanza en la buena dirección.
Ramiro Feijoo es colaborador del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa, ONG miembro de la Plataforma por la Justicia Fiscal española.
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