Transparencia empresas

Transparencia de las empresas, seguridad de las personas

En estos tiempos revueltos (y en los no revueltos) es necesario que las cosas sean como se dice que son, también (y especialmente) las cosas de las empresas: que la publicidad sea verídica, que las cuentas de las empresas reflejen su realidad, que el pequeño (o grande) ahorrador se sienta seguro al decidir su inversión, que los riesgos sean los derivados de la acción empresarial (y nada más)… Ello exige una condición simple y lógica, como es la transparencia: que el juego sea limpio y que las cartas no se marquen previamente para que siempre gane el truhan. ¡Qué cosa tan normal que pedir que las cosas sean normales!

Pero el mercado nos dice constantemente que esto no es así. Mirar de frente al comportamiento de las empresas hace sospechar, en más de un caso, que la opacidad reina en sus cuentas, que las promesas al inversor son, en muchos casos, solo promesas y que los razonamientos de venta son formas de movilizar los sentimientos pero no de clarificar la verdad del producto. Precisamente por eso, porque “los mercados” tienden a ser irresponsables y tergiversan la receta de “maximizar los beneficios” convirtiéndolo en excusa para ganar (por ganar) más dinero saltándose el respeto a la verdad, se precisan modelos de responsabilidad social que reorienten la mirada de la empresa hacia el respeto a la sociedad, al cliente, al trabajador, al medioambiente…. El diario Cinco Días nos sorprende el 26 de enero con la noticia de que se investiga “en Actas levantadas por Hacienda, que se intentaron camuflar, el control real de las empresas sobre sus participadas, operaciones societarias con mucha letra pequeña por conocer, riesgo inmobiliario oculto… La CNMV se ha empleado más a fondo que nunca para sacar a la luz los detalles que las grandes empresas (por acción, omisión o presunta ignorancia) se han dejado por el camino en sus informes anuales de auditoría”.

Es curioso este nuevo descubrimiento que han hecho quienes, sin recato, van a la búsqueda compulsiva del beneficio (caiga quien caiga): entrelazar empresas solapando poder y, sobre todo, valor económico. Una nueva forma de evadir y “maximizar el beneficio”. No digo que siempre que haya empresas entrelazadas exista corrupción, pero sí que casi siempre que hay corrupción hay empresas entrelazadas. Es por aquí por donde van las investigaciones de Hacienda y de la CNMV. Son requerimientos que se hace desde el organismo público a sus cuentas anuales para que aclaren estas cosillas que, ingenuamente, se les había pasado. No suele pedir estas nimiedades la CNMV, pero este año sí. Además, se les había avisado previamente a las empresas del IBEX de que este año se iba a investigar esto. No eran ignorantes de esta exigencia, por lo que surge cierta sospecha hacia la intención de ocultar estos datos.

No es fácil explicar por qué otros años no se pide la clarificación de los cruces con otras empresas. En EEUU, la SEC (la Comisión de la Bolsa de Estados Unidos, por sus siglas en inglés) lo hace habitualmente. Pero, es posible, que aquí estas “menudencias” no fueran de interés. Con ello, una vez más, los controladores públicos se distraen (o miran a otro lado…. ¿Qué tendrá ese lado para distraer tanto?) y dejan en el aire determinadas obligaciones que les competen. Especialmente las referidas a la defensa de los ciudadanos. Porque el objetivo de estos organismos es velar por la transparencia de los mercados y la correcta formación de precios en los mismos, así como la protección de los inversores.

Un aspecto más de esta noticia es que todas las empresas, por supuesto, estaban auditadas. Es decir, entidades habilitadas para auditar aseguraban que las cuentas reflejaban correctamente la realidad de la empresa. Ya sabemos que el error entra dentro de la acción humana, pero el error de las auditoras que estaban detrás de los grandes falsificadores de datos, responsables de esta tremenda crisis que estamos viviendo, es demasiado frecuente y hace sospechar de que pagar a tu auditor puede conllevar “fidelidades” que oculten datos llamándolo transparencia. Y, después, caiga quien caiga… pero quienes arman estos líos nunca caen.

No es ironía, aunque la forma de contarlo así parezca, lo que subyace a estas irresponsabilidades. Es deterioro de las reglas de juego, es menoscabo del respeto a la sociedad, es marcar cartas para que gane siempre el mismo lado de la mesa. Es destruir el comportamiento del mercado que, luego, se dice defender; generar inestabilidad e inseguridad para que más tarde, cínicamente, quienes están en las cúpulas de estas empresas simulen escándalo por la falta de credibilidad que hay en la sociedad y que hace que no funcione el consumo.

Quienes defendemos la necesaria responsabilidad social de las empresas defendemos la transparencia como condición “sine qua non” para que el mercado, que se desea imponer, funcione con credibilidad. Y, evidentemente, defendemos que los controladores públicos dejen de mirar para ese otro sitio que tanto les distrae. No se ha superado aun la época de Voltaire cuando pensaba que “si alguna vez ven saltar por la ventana a un banquero suizo, salten detrás. Seguro que hay algo que ganar.” Y ya va siendo hora de que todos los que actúen en el mercado sean transparentes y el riesgo sea el de su acción empresarial y no el de sortear falsedades.